martes, 6 de octubre de 2020

TERTULIA POLÍTICA

* Arde el ayuntamiento de Cuernavaca

* Cesan personal, incluso sindicalizado

* Todo el cabildo avala las injusticias

 Pedro Martínez Serrano

El cartel de la guillotina
El ayuntamiento de Cuernavaca, por decirlo de la mejor manera, se encuentra en llamas, arde en lo administrativo, en lo político y en lo económico.

Una pandilla de salteadores, con Francisco Antonio Villalobos Adán al mando, llegó desfondar las finanzas y a saquear todo aquello susceptible de ser robado. Se llegó al extremo de abrir tumbas y capillas, al menos en el Panteón Parque de la Paz, se comprobó el robó hasta de dentaduras y la exhumación de cadáveres, para revender los espacios funerarios.

Cuando sonó ese escándalo, que alcanzó a familiares y amigos, pensamos que era lo peor que habíamos visto. No, en el ayuntamiento se actúa sin escrúpulos, con alevosía y ventaja. No se tiene ningún miramiento.

Primero es el dinero que se acusa que amasa Villalobos Adán, en contra de quien existen investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción, sólo que frenadas por “su compayito”, como ahora se refiere al titular de aquella dependencia, ese elefante blanco, hambriento y sediento de dinero.

Consecuencia de la impunidad con que actúa, el presidente municipal, el bipolar, esquizofrénico y enloquecido diagnosticado, Antonio Villalobos “El Lobito”, es que incurre en excesos y violaciones a la ley que, por mucho menos, lo tendrían tras las rejas, Lamentablemente no existe autoridad que pueda frenarlo, incluido el Congreso del Estado, esa guarida de parásitos, muchos de ellos malvivientes y ladrones y, además, socios de grupos criminales.

Todo lo anterior viene a tema, porque en diferentes secretarías y oficinas del municipio, los propios titulares llamaron a decenas de trabajadores, para comunicarles, que estaban despedidos, así, sin más.

Se terminó el trabajo y por tanto quedan fuera del ayuntamiento, se les repitió, como lo hizo el secretario o encargado de Obras Públicas, un tal Alberto Canek Zagal, quien, sin más, bajó a comunicar la desaparición de oficinas y la fusión de otras. Pero en todos los casos, los despidos fueron arbitrarios y al margen de todo ordenamiento legal.

Me dicen que los que se encargaron de la “negociación” con los dirigentes de los sindicatos, fueron el Secretario de Administración, Alejandro Flores Archer, la Consejera Jurídica, Rocío Uruostegui, y el tesorero José Reynold Quiñones.

Las más acomedidas en el atropello laboral, me dicen que fueron Otilia Reyes Soto y Liliana Nájera Castillo, dirigentes sindicales de alguna de las alas en que se aglutina a los trabajadores del ayuntamiento que, como se ve, no gozan de ninguna protección. Sus representantes se colocan del lado del interés económico personal, como lo afirman.

El personal despedido de manera injustificada, hasta con 25 años de servicio, me dicen que nunca encontró el apoyo de los regidores o la síndico municipal, la señora Marisol Becerra, pues acusan que todos son de la misma ralea, un grupo de saqueadores que no han visto más que por su beneficio personal, mientras que la ciudad acusa el peor abandono de su historia.

Los cientos de despedidos, se convertirán en una nueva carga de laudos, para quienes asuman la administración del ayuntamiento en el próximo periodo, mientras tanto, la burocracia dorada, los amigos y “compayitos” del “Lobito”, seguirán tan campantes, cobrando el salario que no se ganan.

Frente a lo anterior, a nadie debe extrañar que motivados por los acelerantes más peligrosos: el hambre y el desempleo, muchos de los despedidos cumplan su amenaza de incendiar el ayuntamiento.

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