miércoles, 7 de junio de 2017

TERTULIA POLÍTICA
“Las redes sociales le dan el derecho de hablar
a legiones de idiotas que primero hablaban
solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar
a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente
y ahora tienen el mismo derecho a hablar que
un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas":
Umberto Eco / Escritor, filósofo y profesor
italiano (5 de enero de 1932-19 de febrero de 2016)

AMLO, un peligro para la libertad de expresión

Pedro Martínez Serrano
Para Andrés Manuel López Obrador no hay medias tintas; no permite indefiniciones y mucho menos a los indecisos; las cosas son o no son, todo de tiempo completo y sin cuestionar. Su palabra es ley y sus “feligreses” la cumplen, no cuestionan, no alegan, no aclaran. Lo que él dice es verdad absoluta y nadie tiene derecho a confrontar ese dicho.
Lo anterior viene a tema, porque en los días más recientes el señor López Obrador decidió abrir un frente en contra de los periodistas; de las empresas de comunicación que generan empleo entre el gremio.
Para él, si no somos personas afines a su pensamiento, los periodistas somos chayoteros, somos corruptos, a los que se nos dicta desde “Los Pinos”, desde “La Casa de Gobierno” de tal o cual Estado o, sencillamente, somos voceros de “la mafia del poder”. El señor López Obrador es un sujeto irresponsable, irrespetuoso y difamador.
El presidente del comité nacional de Morena, su partido, su plataforma, su secta; esa secta en la que los fanáticos no tienen derecho a pensar, porque están obligados a atizar los infiernos que enciende el tabasqueño, a envenenar los dardos que lanza en contra de todos los frentes en los que ve enemigos, jamás adversarios.
El choque con los periodistas, a los que acusa de “chayteros”, es consecuencia de que en las entrevistas lo han cuestionado; Ciro Gómez Leyva, de Imagen, le preguntó al tabasqueño qué pasaría si perdía la elección; se resistió a contestar y terminó “la plática” en ofensiva discusión. Sus corifeos asaltaron las redes, para festejar que “Andrés Manuel puso en su lugar a Ciro”.
El mismo mesías de Morena, arremetió en contra del periódico El Universal, no más porque se exhibió a su seguidora, a su mensajera Eva Cadena, en el momento en que recibía fajillas de billetes. Los videos dieron vuelta al mundo y los directivos de El Universal, para Andrés Manuel, son esbirros de “la mafia del poder”.
El tema no para ahí, unos días antes de las elecciones que perdió en el Estado de México, ofendió hasta que se hartó al periodista José Cárdenas. La misma, lo acusó de ser vocero de Los Pinos, de estar al servicio de “la mafia del poder”. Tan pronto terminó su agresión radiofónica, sus fariseos de nueva cuenta festejaron: “Andrés Manuel puso en su lugar al periodista chayotero Pepe Cárdenas
Cerrado hasta el hartazgo, dictatorial, tirando a loco, pero eso sí, honesto, con un gobierno honesto, según él, a partir de su toma de posesión terminará la corrupción, lo que le aplauden los mismos que lo siguen con los ojos cerrados y lanzan vituperios en contra de quienes hacemos periodismo y de las empresas que nos contratan, porque “nos controla la mafia del poder”. Así las cosas, AMLO es un peligro para la libertad de expresión.
Sobre el particular, bien vale la pena recordar la anécdota de algo que me sucedió en Tijuana, hace unos 15 años:
Como era costumbre, cada miércoles asistía en mi calidad de reportero de El Mexicano al desayuno de una asociación de abogados; como cada miércoles también, el presidente en turno y los ex presidentes, abordaban temas de actualidad. Su propósito real era ganar espacios en los medios, para mantenerse vigentes y con posibilidad de chamba o de facturar asesorías.
En uno de esos desayunos, uno de los abogados, de esos lucidos y fanfarrones, tanto como ignorantes, como muchos que siguen al tabasqueño López Obrador, cuestionaba y se burlaba de los contenidos del periódico en el que yo trabajaba, especialmente del aviso de ocasión y de los sexo-clasificados, cuyas páginas reportaban un ingreso de más de medio millón de pesos diario.
Para frenar las risotadas, les pedí la palabra y aclaré que un periódico, como una estación de radio o televisión, son empresas que buscan asegurar ingresos lícitos; puse en duda entonces la honorabilidad de los abogados, que alargan juicios o entran en componenda con la contraparte; a los médicos que alargan los tratamientos o al mecánico que echa remiendos tramposos.
Cada uno desde su espacio busca ingresos, supongo que siempre lícitos, les solté, pero también les cuestioné la estupidez con que vivían y condenaban a vivir a su familia, con el martirio de tener que leer El Mexicano, “porque es un periódico que metemos a nuestros hogares”, había dicho antes el abogado lucidón.
A lo que le recomendé:
“Mire usted, miren ustedes, todos los presentes están en libertad de leer lo que les venga en gana, pero si no les gusta lo que se dice o hace en El Mexicano, porque anuncia sexo servicio, muy sencillo: no lo compren, para eso hay revistas y periódicos religiosos”.
Hoy, a quienes con esa ligereza hija de la chingada, acusan a los periodistas de chayoteros y a las empresas en que laboran, de cómplices de la “mafia del poder”, les pregunto: ¿De qué tenemos que vivir los periodistas? ¿De dónde deben sacar ingresos las empresas? Y a los que son parte de la fanaticada, los invito a que antes de cobrar un bien o servicio, o contratarse en un empleo, pregunten a quien lo solicita y/o proporciona, en qué partido milita, para no caer en el error de agarrar dinero de priístas, panistas, perredistas, porque puede tener origen dudoso o, peor aún, venir de la “mafia del poder”.
  

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