viernes, 6 de diciembre de 2019

TERTULIA POLÍTICA

Cuernavaca / Signos vitales

Pedro Martínez Serrano
Hace casi dos décadas, la seguridad en las ciudades fronterizas, en especial Tijuana, Ciudad Juárez, Matamoros y Nuevo Laredo, se presentaba incontenible, golpeaba con rudeza y de manera sanguinaria a los residentes.
En aquellos años, se me convidó a participar en un ciclo de conferencias, ante universitarios y empresarios que, en el caso de los primeros, buscaban mecanismos de seguridad para transitar entre sus centros de estudio y su vivienda y viceversa. Los empresarios enrejaban sus locales, los que podían colocaban cámaras y, los menos, además de lo anterior, contratan personal de seguridad.
        En ese espacio de estudio y reflexión, advertí y hoy confirmo que “cuando sus signos vitales empiezan a fallar, es cuando una ciudad empieza a morir” y recordé también al ex Fiscal del Distrito Sur (1983-1989) y más tarde ((1994–2001) alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani impulsó entonces un modelo de prevención y combate al delito, que se denominó tolerancia cero, cuya sencilla fórmula disminuyó notablemente la incidencia delictiva.
        Giuliani aplicó medidas simples, sencillas, pero profundamente efectivas: puso énfasis en la prevención de crímenes, multiplicó la presencia de policías en las calles, estableció un sólido vínculo entre las corporaciones y la comunidad y acentuó su atención en conductas juveniles delictivas, o delitos menores, como el graffiti, invasión de calles y espacios públicos, o beber alcohol en los mismos.
Para garantizar el éxito de su programa, y asegurar el bienestar de los neoyorquinos, el entonces alcalde, echó mano del apoyo de miles de personas y se aplicó en la limpia y saneamiento de la ciudad, lo que incluyó un eficiente sistema de alumbrado.
        Años después de su exitoso paso por la alcaldía de Nueva York, me tocó entrevistar al señor Giuliani en Los Ángeles, California y recordó que para ordenar a la gran manzana y garantizar su seguridad, fue importante que la policía sancionara todas las infracciones, por más pequeñas que éstas parecieran, porque “la suma de pequeñas faltas crea un clima de desorden e inseguridad, que favorece la irrupción del delito".
        Me quedó claro entonces y así lo expuse ante estudiantes y empresarios, en uno de los salones de la Universidad de Tijuana, que el programa de la tolerancia cero, debe ser la base de la prevención del delito, como también que esa obligación recae en la alcaldía.
        Sin embargo hoy en Cuernavaca, el presidente municipal Francisco Antonio Villalobos Adán, voltea en sentido contrario de los problemas y busca a quien culpar de lo que es su responsabilidad resolver; ante la convulsión de la ciudad, consecuencia de sus presuntos arreglos con grupos criminales, recurre a la victimización, a la fanfarronada y al reto callejero. Es vengativo, torpe y diminuto.
        Contrario a la solidez del andamiaje que soportaría la prevención del delito, Cuernavaca se encuentra abandonada en la prestación de servicios públicos, es un muladar lleno de basura, las calles son precisamente bocas de lobo, oscuras, hediondas y malolientes y, además, para coronar la convulsión citadina, las calles se convirtieron en barrancas intransitables, ente la multiplicación de baches.
        Y mientras la ciudad de desmorona a pedazos y no deja ni cachos buenos, el alcalde hace crecer sus bienes raíces, sus maletas de dinero y el número de los vehículos en que se desplaza, como también el precio de las joyas con las que reconquista a amantes.
        Frente al hecho de que la prevención es letra muerta; en lugar de homenajes póstumos y pésame a sus deudos, se deberían diseñar políticas públicas y generar protocolos que garanticen la seguridad de los oficiales de policía, especialmente cuando se trate de mandos, que están más expuestos a la revancha o venganza de criminales.

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