TERTULIA POLÍTICA
Cuernavaca / Signos
vitales
Pedro Martínez
Serrano
Hace casi dos décadas, la
seguridad en las ciudades fronterizas, en especial Tijuana, Ciudad Juárez,
Matamoros y Nuevo Laredo, se presentaba incontenible, golpeaba con rudeza y de
manera sanguinaria a los residentes.
En aquellos
años, se me convidó a participar en un ciclo de conferencias, ante universitarios
y empresarios que, en el caso de los primeros, buscaban mecanismos de seguridad
para transitar entre sus centros de estudio y su vivienda y viceversa. Los
empresarios enrejaban sus locales, los que podían colocaban cámaras y, los
menos, además de lo anterior, contratan personal de seguridad.
En
ese espacio de estudio y reflexión, advertí y hoy confirmo que “cuando sus signos
vitales empiezan a fallar, es cuando una ciudad empieza a morir” y recordé también
al ex Fiscal del Distrito Sur (1983-1989) y más tarde ((1994–2001) alcalde de
Nueva York, Rudolph Giuliani impulsó
entonces un modelo de prevención y combate al delito, que se denominó tolerancia cero, cuya sencilla fórmula
disminuyó notablemente la incidencia delictiva.
Giuliani aplicó medidas simples,
sencillas, pero profundamente efectivas: puso énfasis en la prevención de
crímenes, multiplicó la presencia de policías en las calles, estableció un
sólido vínculo entre las corporaciones y la comunidad y acentuó su atención en conductas
juveniles delictivas, o delitos menores, como el graffiti, invasión de calles y
espacios públicos, o beber alcohol en los mismos.
Para garantizar
el éxito de su programa, y asegurar el bienestar de los neoyorquinos, el
entonces alcalde, echó mano del apoyo de miles de personas y se aplicó en la
limpia y saneamiento de la ciudad, lo que incluyó un eficiente sistema de
alumbrado.
Años
después de su exitoso paso por la alcaldía de Nueva York, me tocó entrevistar
al señor Giuliani en Los Ángeles,
California y recordó que para ordenar a la gran manzana y garantizar su seguridad,
fue importante que la policía sancionara todas las infracciones, por más pequeñas
que éstas parecieran, porque “la suma de pequeñas faltas crea un clima de
desorden e inseguridad, que favorece la irrupción del delito".
Me
quedó claro entonces y así lo expuse ante estudiantes y empresarios, en uno de
los salones de la Universidad de Tijuana, que el programa de la tolerancia cero,
debe ser la base de la prevención del delito, como también que esa obligación
recae en la alcaldía.
Sin
embargo hoy en Cuernavaca, el presidente municipal Francisco Antonio Villalobos Adán, voltea en sentido contrario de
los problemas y busca a quien culpar de lo que es su responsabilidad resolver;
ante la convulsión de la ciudad, consecuencia de sus presuntos arreglos con grupos
criminales, recurre a la victimización, a la fanfarronada y al reto callejero.
Es vengativo, torpe y diminuto.
Contrario
a la solidez del andamiaje que soportaría la prevención del delito, Cuernavaca
se encuentra abandonada en la prestación de servicios públicos, es un muladar
lleno de basura, las calles son precisamente bocas de lobo, oscuras, hediondas y malolientes y, además, para
coronar la convulsión citadina, las calles se convirtieron en barrancas intransitables,
ente la multiplicación de baches.
Y
mientras la ciudad de desmorona a pedazos y no deja ni cachos buenos, el alcalde
hace crecer sus bienes raíces, sus maletas de dinero y el número de los vehículos
en que se desplaza, como también el precio de las joyas con las que reconquista
a amantes.
Frente al hecho de que la prevención es letra muerta; en
lugar de homenajes póstumos y pésame a sus deudos, se deberían diseñar
políticas públicas y generar protocolos que garanticen la seguridad de los
oficiales de policía, especialmente cuando se trate de mandos, que están más
expuestos a la revancha o venganza de criminales.
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