Tomado de LATFEM
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Periodismo Feminista /
Febrero 18 -2020
Merarit Viera* y Kenia
Salas**
Si las feministas graffiteamos
la puerta de Palacio Nacional, incendiamos
un camión de la prensa, aventamos diamantina a las policías,
es porque en este país las autoridades no tienen
una postura clara sobrela violencia hacia las mujeres
y el feminismo, pues están directamente implicados
en la cultura patriarcal
Desde que nos contactaron para
escribir sobre qué está pasando con los feminismos en México, sobre nuestras
formas de manifestarnos, sobre la rabia que evidentemente protagoniza nuestras
acciones y se deja ver en las calles cuando graffiteamos monumentos “históricos”,
rompemos ventanas de carros, y quemamos camiones de medios de comunicación, nos
ha invadido una adrenalina que se mezcla entre tristeza y rabia. Y es que lo
que atraviesa estas letras es el reconocimiento de que quienes escribimos este
texto, vivimos en un país donde ser mujer es un riesgo cotidiano.
Las marchas acontecidas el 14 de
febrero en la Ciudad de México y en otros estados del país fueron organizada
por diversos grupos y colectivas feministas con el fin de gritarle al Estado y
a los medios de comunicación, en especial a la prensa escrita, que estamos
hartas de que a las mujeres nos traten como cuerpos desechables, y que incluso
después de ser torturadas, abusadas, desolladas, violadas, y asesinadas,
seguimos no siendo valiosas. Como dice Judith Cabrera “convocar a una marcha
nunca nace de un lugar feliz”. Se refería, en ese caso, a la manifestación
llevada a cabo en Tijuana, B.C. El último 14 de febrero, los diversos actos de
protesta dejaron ver la indignación por el feminicidio de Ingrid Escamilla,
cometido por el que fuera su pareja, y después de que diversos medios de
comunicación (especialmente los periódicos) exhibieran su cuerpo desmembrado
con discursos sensacionalistas. Se expuso la tortura del cuerpo de Ingrid bajo
imágenes en donde se seleccionó como encuadre principal su cuerpo desollado, la
elección de estas fotografías para representar el feminicidio no es casual, es
una especie de gancho para la venta de los tirajes.
La reproducción de estas
fotografías es algo habitual en algunos de los periódicos amarillistas
mexicanos como La Prensa o El Pásala. Debido a esto, feministas en sus redes
sociales colocaron representaciones de Ingrid, muchas de las cuales emanaban
tranquilidad y belleza como puestas de sol, ríos bifurcados, flores, olas al
ras de la arena, lunas llenas y retratos de animales; son imágenes que deseaban
reemplazar la tortura expuesta que muchas veces funge para aterrorizarnos.
Las manifestaciones se llevaron a
cabo en un día simbólico para la justificación recurrente y estructural de las
violencias hacia las mujeres: el famoso día de “San Valentín” del amor y la
amistad, evidenciando cómo los “mitos del amor romántico” justifican
feminicidios como el de Ingrid. Así en la
Ciudad de México, el viernes 14 de febrero, las jóvenes feministas salieron a
las calles, no sólo marcharon, también estuvieron protestando por la mañana en
Palacio Nacional, con el fin de manifestar en el acto que el presidente Andrés
Manuel López Obrador realiza ante medios de comunicación para dar un
reporte-conferencia pública. También poco después se manifestaron afuera de las
oficinas de periódicos como El Reforma y La Prensa para finalizar con una
concentración por la tarde en el AntiMonumento que se encuentra en el centro de
la ciudad, el cual hace alusión a la mujeres desaparecidas y víctimas de
feminicidios en el país. La serie de manifestaciones de ese día conmocionó a la
población, pero también desató, como lo han hecho algunas de las marchas que le
anteceden a ésta, por ejemplo la marcha de la diamantina, llevada a cabo el 16
de agosto del 2019, el debate que se viene jugando en la sociedad mexicana
sobre “las formas” de manifestación adecuada por parte de las feministas. ¡Es
cierto! las jóvenes salieron con la rabia que se acumula en un país en el que
nos matan todos los días, donde Ingrid antecede a Fátima, la niña de 7 años que
fue violada y asesinada: el 17 de febrero el feminicidio de Fátima invadió los
medios como una noticia que nos inspira como generación a quemarlo y rayarlo todo
si es necesario.
Si las feministas graffiteamos la
puerta de Palacio Nacional, incendiamos un camión de la prensa, aventamos
diamantina a las policías, es porque en este país las autoridades no tienen una
postura clara sobre la violencia hacia las mujeres y el feminismo, pues están
directamente implicados en la cultura patriarcal. Asimismo, vivimos en una
política simulada bajo discursos de “la cultura de la paz”, que bajo la lógica de un gobierno que se
jacta de respetar las manifestaciones y no reprimirlas mandan a otras mujeres a
“cuidar” la marcha de las mujeres, llamadas Agrupamiento Atenea. En las
acciones del pasado viernes 14 de febrero se desmontó el disfraz, jóvenes
manifestantes fueron atacadas con gases lacrimógenos y con extinguidores; de
esta manera, el gobierno mexicano, autodenominado como el de la
“transformación” y de la “no simulación”, atiende el problema de los
feminicidios y la violencia que vivimos día a día las mujeres.
No obstante, las violaciones a
los derechos de las mujeres en México como el acoso sexual, el feminicidio, las
violaciones sexuales, el filtraje de información de víctimas, entre otros, son
una constante. Por ello, colectivas feministas han emprendido diversas
manifestaciones que exponen las falacias en los discursos oficiales y muestran
los pactos patriarcales de “La Cuarta Transformación”. En la raíz de estas
protestas, las mujeres nos negamos a que las violencias de las que somos
sujetas, se cobijen en la invisibilización y la naturalización, por el
contrario, le apostamos a una transformación del silencio a palabra y acción,
en donde la palabra reapropiada nombra una reescritura de la condición de las
mujeres en el contexto actual.
El movimiento feminista se ha
usado el espacio público. Nosotras nos desplegamos entre los símbolos
masculinos, los invadimos y los hacemos nuestros. Desde el 16 de agosto de 2019
a la fecha las protestas se caracterizan por acciones que irónicamente son
catalogadas como “violentas”. La lectura del gobierno, así como de la sociedad
en general, ante estas prácticas, es la criminalización, es más, nuestra
protesta es calificada por diversos medios de comunicación como vandalismo.
Etimológicamente, vandalismo viene de la palabra vándalos, que fue una tribu
germana que invadió Roma y destruyó tesoros religiosos, esto puede considerarse
como la punta del iceberg del carácter colonial-patriarcal de los Estados
Nación y la protección de sus tesoros.
Si las feministas graffiteamos la
puerta de Palacio Nacional, incendiamos un camión de la prensa, aventamos
diamantina a las policías, es porque en este país las autoridades no tienen una
postura clara sobre la violencia hacia las mujeres y el feminismo, pues están
directamente implicados en la cultura patriarcal
Por lo tanto, la intervención a monumentos
o edificios históricos, como el Palacio Nacional y su puerta, es un acto
político que responde a la idea de nación patriarcal que sigue perpetuando y
justificando las violencias machistas y los feminicidios en el país. El enojo
visible de las manifestaciones, definitivamente responde a la incapacidad de un
presidente que no sabe cómo tratar el problema, que difícilmente acepta
críticas y que piensa que con pedir: “no se maltrate a las mujeres” es
suficiente, estamos ante una nominal más que eficiente. Desde el viernes 14
hasta el 17 febrero, Andrés Manuel López Obrador ha sido cuestionado por la
prensa en sus famosas “mañaneras”, sus respuestas nos dejan ver que a pesar de
repetir no ser un gobierno “simulador” no tiene un proyecto claro de acciones
que disminuyan el problema. El día de hoy, incluso solicitó a las feministas,
“con todo respeto, no pintar las puertas”, que nos son simuladores y que no
actuarán como represores. En sus discursos habla de “trabajar” para que no haya
feminicidios y solicita que las manifestaciones sean de “forma pacífica”.
La solicitud del presidente de
México, nos recuerda la significación que tienen los monumentos históricos y su
indignación por ser rayados. Mónica Cejas nos dice sobre la significación
masculina: “los que escriben, los que hablan y sobre los que se habla son
hombres y resulta tan naturalizado su carácter de protagonistas per se de la
memoria social expresada en artefactos y de una memoria histórica determinada
por prioridades masculinas, que cuesta el ejercicio de colocar o imaginar a
sujetos femeninos en el lugar de la enunciación”. De modo que las feministas de
hoy sabemos que rayar símbolos patrios, implica contestar al atesoramiento de
símbolos masculinos y que es un
ejercicio contra-hegemónico, sabemos que a través del graffiti podemos plasmar
frases como “México feminicida”, “Asesinos”, “La patria mata”, “Con nosotras no
se juega”, “Amigas, se va a caer”, que dejan ver nuestra realidad
cotidiana. Las feministas de hoy, las
que salimos a las calles usamos las redes sociales para organizarnos, de forma
colectiva, y con ello también ejercemos la posibilidad de no quedarnos
paralizadas ante el terror que vivimos.
La marcha que se detonó por el
feminicidio de Ingrid fue causada por una gran indignación, pero lleva consigo
también una rabia enorme por todas las muertas, en donde las mujeres
renunciamos a la feminidad impuesta, mostrándonos fuertes, valientes,
hermanadas. Queremos que arda la simulación que en este país se esconde detrás
de “alertas y políticas públicas de género”, de “sensibilizaciones” y
“talleres”, que sigue sosteniendo un
sistema que victimiza, culpabiliza y responsabiliza a las mujeres de sus
propias muertes. La Cuarta Transformación figura discursivamente como un
proceso de transición hacia donde las mujeres tendrían mejores condiciones de
vida y protagonismo, sin embargo, la transformación sólo se observa en la
largueza de los discursos oficiales, estamos pues ante un ejercicio de la
política sexual patriarcal contra la vida de las mujeres. Por eso, este texto
se suma a la rabia de esta generación, se suma al cansancio de la simulación. Y
bajo las consignas de #NiUnPasoAtrás y #FuimosTodas buscamos acompañarnos en
esta lucha por ser escuchadas para tener una vida digna para nosotras y las
generaciones que nos siguen.
*Merarit Viera es bruja, feminista, música y académica. Profesora
Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco
(UAM-X). Departamento de Política y Cultura, Área Mujer, Identidad y Poder.
Colabora en el Seminario de
Investigación en Juventud DE LA Universidad Nacional Autónoma de México
(SIJ-UNAM). Sus investigaciones se inscriben en las líneas de: Estudios
Culturales, Feminismos y juventudes.
**Kenia Salas es Lesbiana Feminista y activista de autodefensa. Maestra
en Estudios de la mujer por la UAM-Xochimilco. Colaboradora en el Área de
Mujer, Identidad y Poder, del Departamento de Política y Cultura de la UAM-X