TERTULIA POLÍTICA
Hasta del miedo nos despojaron
Pedro Martínez Serrano
Primero nos robaron la seguridad;
luego nos robaron la tranquilidad; nos despojaron también de la política; saquearon
el estado; enloquecieron. Pisotearon la dignidad de políticos y periodistas, último
muro de contención del abuso del poder. Fue tanto lo que nos robaron, que hasta
del miedo nos despojaron.
Graco Ramírez se va de Morelos por la
puerta de atrás; por el túnel que
confunde el camino a la huida y la entrada a los sótanos de las cárceles de
alta seguridad, en donde se va a encontrar con los capos del crimen
organizado, con los que negocio a pedazos el Estado, a los que también adeuda y
mucho. No les cumplió compromisos, porque antepuso intereses familiares y de su
jefe de policía, Jesús Alberto Capella Ibarra, a los negocios
que suscribió de palabra con quienes nunca se debió involucrar y lo hizo.
Hoy
Graco ya anda de huida, trata se
tender puentes, pero nadie le ayuda a colocar el andamiaje que les de fortaleza.
Toca puertas, que se le estrellan en la cara. El tabasqueño más odiado en Morelos, jura y ofrece nuevas lealtades.
Está desesperado. Sabe que el reloj, el plazo, el tiempo se agotó y sus días
están contados para llegar a la cárcel.
La
pócima que tomó Graco Ramírez durante
años, para fortalecer y vitaminar su
ascenso en la política, fue la difamación y, para construirla se ayudó de
criminales que tejieron historias de desprestigio contra todos sus adversarios.
Yo mismo, ante mi negativa a integrarme a su focario fui víctima de durísimos
golpes que se idearon y distribuyeron desde escondites palaciegos; ocupó lo
mismo a “periodistas” que a mercenarios que colocan conciencia, pluma y cuerpo,
a gusto del que paga y el que siempre pagó, fue su enloquecido hijastro, Rodrigo Gayosso Cepeda.
Echó
en el mismo costal del desprestigio y la difamación, entre otros, a mi amigo Federico Figueroa, hermano del inolvidable
cantautor Joan Sebastian, a Jorge Carrillo Olea, ex gobernador de
Morelos, se cansó de acusarlo de secuestrador y ladrón; a los panistas Sergio Estrada y Marco Adame, los exhibió siempre como cómplices de criminales.
Nunca probó nada.
Ante
el rabioso acoso y la feroz difamación, Federico
Figueroa se apersonó lo mismo ante la fiscalía estatal, que ante la
Procuraduría General de la República (PGR), para retar: “si algo debo ante la
justicia, vengo a que me detengan”. No pasó nada. Fede como lo llamamos sus amigos, siguió trabajando en lo que sabe
los eventos masivos y presentación de espectáculos.
El
blanco más golpeado, más lastimado y más atropellado por Graco Ramírez y los “perros” que le hacían coro a sus ladridos a la
luna, fue el general en retiro, Jorge
Carrillo Olea, el ex gobernador que fue depuesto del cargo en Morelos, por órdenes
del peor presidente que hemos sufrido los mexicanos, el pusilánime y cobarde Ernesto Zedillo Ponce de León y
operación mediática del odiado tabasqueño que ya anda de huida.
Hace
años, en una conversación con un político, hoy a punto de la desgracia,
precisamente sobre Jorge Carrillo Olea, le reiteré mi certeza de que no hay
plazo que no se cumpla y, desde luego, que tenía la impresión de que Don Jorge tenía como premisa la idea
aquella que dicta: “hay que saber esperar… ¡Para pasar a cobrar!”
Hoy,
Carrillo está cerca de los
principales centros del poder y desde la prudencia y sensatez que lo ha
caracterizado, aconseja al presidente de la república electo, Andrés Manuel López Obrador,
precisamente en temas de seguridad. Es un hombre experimentado, que entre sus
servicios a la nación, se encuentra la creación del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN).
Creo
que para Carrillo Olea llegó la hora
de pasar a cobrar; y lo va a hacer. Me dicen que se entrevistó con Cuauhtémoc Blanco, el gobernador
electo; el joven futbolista preocupado por lo que acurre en Morelos, con la
ejecución de líderes sociales, como Romualdo
Ixpango Merino; el linchamiento social que desborda y se manifiesta con
hechos como el del colombiano Ricardo
Alonso Lozano Rivas, ahorcado en la plaza principal de Tetela del Volcán; también
con la torcida aplicación de la justicia, exhibida con el tema del empleado de
Go-Mart Acapantzingo, que presuntamente asesinó a un asaltante.
Hoy
Morelos vive un clima de alta explosividad, que se agudiza por la
ingobernabilidad que atiza y permite Graco
Ramírez; busca irse haciendo el mayor daño posible. Hoy a Graco ya no le importa nada, ni
siquiera que ocasionalmente saquen a reos del penal de Atlacholoaya a cometer
ejecuciones.
Y ante lo que sucede, creo que el próximo gobernador debe
empezar a mostrar a su gabinete, un gabinete fuerte de morelenses bien nacidos
e identificados con las mejores causas de los morelenses. Creo que ya hay nombres
de hombres y mujeres que, sin embargo, antes de siquiera saber si van, ya cometen
errores graves. Basta echarle un vistazo a las redes sociales, para acreditar
que su tamaño es muy, mucho muy reducido, para la altura de miras que se ocupa
en la reingeniería que le urge a la administración pública.
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