jueves, 14 de marzo de 2019

TERTULIA POLÍTICA

El agradecido Rafael Reyes

Pedro Martínez Serrano
Los pactos de la lealtad... Hasta la gubernatura
El presidente municipal de Jiutepec, Rafael Reyes Reyes, es un hombre agradecido, leal y comprometido con quien comparte sus proyectos personales, nunca los desconoce; siempre está atento a servirles y a apoyarlos en los momentos difíciles.
Así acuerdan Ratita Reyes y su "hermano"  Luis Édgar Castillo Vega
        Precisamente por lo anterior, es que ha sido un fiel servidor y rabioso defensor del extraviado Rabindranath Salazar Solorio, como también un acomedido en las necesidades y antojos de la señora Yeidckol Polevnsky Gurwitz, a quien me dicen que cuando visita el pueblo, la instala en la Hacienda de Cortés y, de menos, en Sumiya, para eso es la líder del grupo al que se deben él, el director del “banco de la alegría” que se hizo humo, igual que el tal Miguel Enrique Lucia Espejo y, claro, mi querido amigo José Luis (El Choche, como le dicen los fifís) Borbolla.
       Reyes Reyes, es leal más allá de la incomodidad política que puedan provocar algunos de sus colaboradores, la mayoría, profesionales de la extorsión y el sablazo, el ejemplo a la mano es Luis Édgar Castillo Vega, su hombre de confianza, su amigo querido; “con él puedes hablar como si fuera yo mismo y lo que te responda está autorizado, es mi hermano”, le dice a quienes le cuestionan su estancia en el ayuntamiento, como la de muchos otros con los que hizo negocios en el pasado.
El enfermizo
        Luis Édgar Castillo Vega fue síndico en la administración del ladrón y extorsionador Miguel Ángel Rabadán (hay procesos iniciados en su contra), el socio mayoritario de Rabindranath Salazar.
        Ese tal Castillo Vega, es proclive a relacionarse con personajes de dudosa reputación, de esos que vinculan con el crimen organizado, con quienes ha introducido a su jefe y amigo, como presenta a Rafita Reyes, quien por cierto, no le hace feo al dinero que reporta la industria del vicio; a las ganancias que deja la sangre y muerte de chamacos que se envician y se enrolan en la venta y consumo de enervantes.
        Ayer alguien me recordaba, que el hombre de confianza de Rafael Reyes, es un apasionado de agarrar a madrazos a las mujeres; lo hizo con su esposa, a quien amenazó de muerte pistola en mano, luego de haberla golpeado a puño cerrado y bota picuda.
        Hoy, se encarga de recorrer prostíbulos de los que se multiplican en Jiutepec, para recibir la cuota y, con cualquier pretexto, pedir un especial para “el jefe”; “Fíjate que necesitamos ayudarle a Rafita Reyes, trae un pendiente y ocupa dinero”, les dice de manera reciurrente y, como dijera Javier Sicilia, ya tiene hasta la madre a los lenones.
        El tema es largo y ancho, porque incluye en sus listados de extorsión, a        quienes uno menos imagina; en Jiutepec son obligados a pagar piso, desde una modesta indígena limosnera o un chiclero, hasta los propietarios de los negocios más prósperos. Siempre hay un pretexto para el sablazo.
        Mientras, Rafita Reyes a pesar de su enfermedad, se esfuerza por andar de ridículo, tapando agujeros y pintando guarniciones, mientras el municipio se ahoga en ríos de corrupción y cerros de basura. El sistema de agua potable es visto como un vulgar botín, con el que pagó el patrocinio de su campaña política. Pobre Jiutepec, tan cerca de Rabín y Yeidkol y tan lejos del verdadero interés de los jiutepequenses.

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