Sobre Betty Vicera Alatriste...
Timidez, gratitud e hipocresía del resentido
Mi dilecto amigo Pedro, a propósito de tu columna de
hoy, sobre el tema de Beatriz Vícera
Alatriste, te mando este apunte-
Entre los lectores que me hacen
favor de recibir mis despachos de la Tertulia
Política, he de agradecer su atención a profesionistas de todo tipo, en
esta ocasión un queridísimo amigo, licenciado en psicología, de quien reservo
su nombre por dos razones, la primera, no me lo pidió y, la segunda y más
importante, porque es un personaje querido y respetado entre la sociedad de
Cuernavaca, de ahí que no me gustaría causarle algún problema, alguna revancha
de parte de la diputada presidente de la mesa directiva del congreso del
estado, Beatriz Vicera Alatriste, sobre quien me envió el siguiente
apunte, mismo que la describe de cuerpo entero, pero que también se suma a los
muchísimos mensajes que, públicos o privados, expresan el repudio en su contra.
Aquí el texto:
Timidez, gratitud e hipocresía
del resentido
Gregorio Marañón*
"Coincide muchas veces el
resentimiento con la timidez. Muchos hombres que ofrecen la otra mejilla
después de la bofetada no lo hacen por virtud, sino por disimular su cobardía;
y su forzada humildad se convierte después en resentimiento. Pero, si alguna vez
alcanzan a ser fuertes, con la fortaleza advenediza que da el mando social,
estalla tardíamente la venganza, disfrazada hasta entonces de resignación. Por
eso son tan temibles los hombres débiles y resentidos cuando el azar los coloca
en el poder, como tantas veces ocurre en las revoluciones. He aquí también la
razón de que acudan a la confusión revolucionaría tantos resentidos y jueguen
en su desarrollo importante papel. Los cabecillas más crueles tienen con
frecuencia antecedentes delatores de su timidez antigua y síntomas inequívocos
de su actual resentimiento.
Asimismo, es muy típico de estos
hombres (mujeres como la tal Beatriz Vicera
Alatriste), no sólo la incapacidad de agradecer, sino la facilidad con que
transforman el favor que les hacen los demás en combustible de su
resentimiento. Hay una frase de Robespierre,
trágico resentido, que no se puede leer sin escalofrío, tal es la claridad que
proyecta en la psicología de la Revolución: “Sentí, desde muy temprano, la
penosa esclavitud del agradecimiento”. Cuando se hace el bien a un resentido, el
bienhechor queda inscrito en la lista negra de su incordialidad. El
resentimiento ronda, como animado por sordos impulsos, en torno del poderoso;
le atrae y le irrita a la vez. Este doble sentimiento le ata amargamente al
séquito del que manda. Por esto encontramos tantas veces al resentido en la
corte de los poderosos. Y los poderosos deben saber que a su sombra crece
inevitablemente, mil veces más peligroso que la envidia, el resentimiento de
aquellos mismos que viven de su favor.
Es casi siempre el resentido,
cauteloso e hipócrita. Casi nunca manifiesta a los que le rodean su acidez
interior. Pero debajo de su disimulo se hace, al fin, patente el resentimiento.
Cada uno de sus actos, cada uno de sus pensamientos, acaba por estar transido
de una indefinible acritud. Sobre todo, ninguna pasión asoma con tanta claridad
como ésta a la mirada, menos dócil que la palabra y que el gesto para la
cautela."
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