El mundo bizarro de Andrés Manuel
López Obrador (...) También ha dicho que
no quiere tratos petroleros con el mundo, sino mirar
solamente hacia adentro. Eso también es un proyecto
de nación. Inexistente, por cierto,
hasta en Corea del Norte
no quiere tratos petroleros con el mundo, sino mirar
solamente hacia adentro. Eso también es un proyecto
de nación. Inexistente, por cierto,
hasta en Corea del Norte
El
Financiero/ Raymundo Riva Palacio
La palabra bizarro tiene dos acepciones. Una que proviene de su origen
francés, usada también en inglés, que se refiere a una persona extraña,
peculiar o extravagante. Otra en español, donde suele confundirse el término,
que es positivo y quiere decir valiente. En el caso del presidente Andrés
Manuel López Obrador, los dos sentidos de la palabra se ajustan perfectamente.
Tiene un enorme valor para enfrentar todo y a todos, todo el tiempo, para
alcanzar el cambio prometido en la campaña. Al mismo tiempo, utiliza sus
enormes recursos políticos para forzarlos sin importarle que el país que dirige
no está aislado del mundo y que algunas de las decisiones que están tomando
podrán afectar a su gobierno, su proyecto y al país de una manera inimaginable.
Este sábado se dio el último paso al territorio de los problemas.
La bancada de Morena en la Cámara de Diputados distribuyó el proyecto de
dictamen de 84 páginas donde cambia el esquema de gobierno corporativo de
Pemex. Hace casi un mes lo había anticipado la exsíndica de Texcoco, Karla
Yuritzi Almazán, miembro de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, pero
no hubo muchas voces que expresaran su preocupación. Este sábado se concretó su
iniciativa, donde se descabeza el gobierno corporativo de Pemex y se le otorgan
facultades plenas al titular de Pemex, que para efectos reales y prácticos es
el presidente López Obrador, para hacer lo que plazca con la empresa productiva
del Estado mexicano sin rendirle cuentas a nadie.
El proyecto señala: “La presente iniciativa pretende establecer un marco
jurídico que garantice y permita al director general dirigir, ejecutar,
administrar y operar Petróleos Mexicanos y las diversas empresas que la
componen, de manera integral para ejecutar y cumplir con los objetivos de
exploración, explotación y refinación”. En la actualidad, agrega el proyecto,
la ley “diluye la responsabilidad en las líneas de actuación y porque un
gobierno corporativo implica un órgano que ordena y vigila, pero no opera”. Por
lo tanto, los consejeros independientes dejarán de ser realmente independientes
y serán funcionarios públicos que le den “certeza” a la buena marcha de Pemex,
y se sacuden a la Comisión Nacional de Hidrocarburos, para que el titular pueda
contratar lo que desee sin un órgano regulador.
Lo que pretende el Presidente es regresar el esquema que había venido
construyendo Pemex en los últimos años para adecuarlo a las reglas del mundo, y
retroceder más de tres lustros, cuando la arquitectura de las empresas cambió
tras los escándalos corporativos en Estados Unidos, entre 2000 y 2002.
Corporaciones como Enron Corporation, la empresa petrolera y
energética de Houston con fuertes vínculos con el gobierno de George W.
Bush, Tyco International y WorldCom, encabezaron
una serie de escándalos de malas prácticas que rompieron la confianza de los
inversionistas en las contabilidades que les presentaban al declararse en
bancarrota, pese a la solidez financiera de algunas de ellas. Esa crisis
originó demandas urgentes para restablecer los estándares regulatorios que
habían sido desmantelados siete años antes, lo que les había facilitado actuar
fraudulentamente.
Con el fin de establecer nuevos estándares contables, el senador Paul
Sarbanes y el diputado Michael Oxley prepararon una iniciativa de ley que
restablecía un marco regulatorio al que incorporaban una administración
corporativa y un consejo de administración corporativo, a fin de que, nunca
más, las empresas públicas se manejaran sin pesos ni contrapesos, o sin rendir
cuentas a nadie. Esta ley es lo que se conoce como el Acta
Sarbanes-Oxley, que fue aprobada en 2002 para proteger a los inversionistas
de posibles actividades contables fraudulentas por parte de las empresas.
Esa Acta creó un sistema de reglas, prácticas y procesos que se le llama
gobierno corporativo, que regula la estructura y el funcionamiento de los
órganos de gobierno de una empresa. Como explica Deloitte, una
empresa multinacional con operaciones en México, “establece las relaciones
entre la junta directiva y el consejo de administración, los accionistas y el
resto de partes interesadas, y estipula las reglas por las que se rige el
proceso de toma de decisiones sobre la compañía para generar valor”. La
aplicación de un código de buen gobierno, agrega, es la garantía para el
crecimiento sostenible, restablece la confianza de los inversionistas y aumenta
el acceso al crédito.
El proyecto que distribuyó la diputada Almazán, el sábado, camina en
sentido contrario. Opacidad contra transparencia, sin contrapesos ni mecanismos
de rendición de cuentas, con manejo unipersonal de Pemex para tomar decisiones
verticales. El gobierno corporativo desaparece por completo y la empresa se
manejará de acuerdo con los intereses del presidente en turno a través del
titular en turno. De concretarse en Ley la iniciativa de Morena, chocará con el
Acta Sarbanes-Oxley, que busca proteger a los inversionistas, con lo que se
abre la posibilidad de que, en el futuro, todo lo que quiera hacer Pemex en el
mundo sea revisado por la Comisión de Valores y Cambios de Estados Unidos.
No se
puede decir que de aprobarse la ley se le cerrará el crédito a Pemex en el
mundo y se parará la inversión extranjera en la empresa, pero sí se puede
argumentar que la colocación de bonos para financiamientos, la búsqueda de
líneas de crédito o de inversionistas, será cada vez más difícil de conseguir.
Es cierto que el presidente López Obrador ya dijo que Pemex no emitirá bonos de
deuda ni se endeudará, y que se revisarán los contratos con inversionistas
extranjeros porque no le gustan los resultados. También ha dicho que no quiere
tratos petroleros con el mundo, sino mirar solamente hacia adentro. Eso también
es un proyecto de nación. Inexistente, por cierto, hasta en Corea del Norte.
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