Autocensura
(…) en México como en medio
oriente se convierten
en reporteros de guerra, las advertencias han sido muchas y aquí
no aplica la famosa frase de la serie del Chapulín Colorado
“oh y ahora quién podrá ayudarnos”, porque evidentemente
no hay nadie que lo haga
en reporteros de guerra, las advertencias han sido muchas y aquí
no aplica la famosa frase de la serie del Chapulín Colorado
“oh y ahora quién podrá ayudarnos”, porque evidentemente
no hay nadie que lo haga
Adriana Heredia / Tlahuica
News
El periodismo en México es una de
las actividades más peligrosas si es que se quiere ejercer con total libertad,
¿hay otra manera de ejercerlo?, en nuestro país sí porque una nota no vale la
vida de una persona, los periodistas somos valientes por naturaleza y esa
esencia se canaliza hacia las formas inexploradas de esta actividad donde el
objetivo no es sólo informar si no contribuir a una mejor sociedad.
El territorio hostil hace que el
reportero logre mutar su naturaleza y sobrevivir con un camuflage cuya palabra
duele, más no tanto como las balas que pudieran atravesar su cuerpo o el de su
familia si no se refugiara en la llamada “autocensura” sin que se requiera de
una amenaza directa, de ser secuestrados y amedrentados para callar.
Los periodistas jóvenes que apenas
ingresan en esta noble y apasionante actividad anteponen todo para llevarse la
exclusividad, los de mayor experiencia pero que no están familiarizados con las
zonas de terror también cometen errores que ponen en riesgo su integridad, porque
aunque lo nieguen la única manera de cubrir un hecho relacionado con la
delincuencia organizada es pactando con uno de los grupos para tener acceso a
la información, aventurarse a hacerlo libremente, es lanzar al aire una moneda
que con la mejor de las suertes y en un hecho insólito podría caer “parada”.
Sin duda, “en el campo de batalla
el periodista es un blanco más”, lo mismo puede ser secuestrado, amenazado,
asesinado, despojado de sus pertenencias, torturado, extorsionado o advertido
sobre lo que no debe hablar, así de simple los temas en donde “no debe meter
sus narices”, es sólo un mexicano más o un extranjero que en México como en
medio oriente se convierten en reporteros de guerra, las advertencias han sido
muchas y aquí no aplica la famosa frase de la serie del Chapulín Colorado “oh y
ahora quién podrá ayudarnos”, porque evidentemente no hay nadie que lo haga,
este lunes mientras pocos tocábamos el caso de los periodistas agredidos en
Tierra Caliente en el estado de Guerrero, en Culiacán Sinaloa daban cuenta del
asesinato a plena luz del día del periodista Javier Valdéz, ya muertos a los tundeteclas nos involucran con la
delincuencia y de víctimas nos convierten en parte del cáncer social “de seguro
estaba involucrado”.
Los curiosos preguntan si los
periodistas hemos sido amenazados por el crimen organizado para no hablar de
temas escabrosos ni hacer señalamientos, nada que tenga que ver con nombres,
actos, denuncias, ni de uno, ni de otro lado, a veces ni de empresarios ni
políticos cuyas amistades desconocemos y mejor ni entrar en detalles, es
cierto, en su momento ha habido algunos casos, cada uno con sus formas, con el
claro mensaje de lo que se debe y no se debe hacer si es que queremos nuestras
vidas y las de nuestros seres queridos, pero ante ciertas experiencias de
compañeros entendemos la magnitud de lo que está en juego, sin lugar a dudas,
nuestra vida, muchos no hemos sido amenazados, ni Dios lo mande, nos
atrincheramos en la autocensura para no ser blancos de mensajes.
Hoy, con el “levantón” de siete
periodistas (cinco mexicanos y dos extranjeros) en el estado de Guerrero a
quienes despojaron de sus cámaras fotográficas y de vídeo, teléfonos celulares,
credenciales, pasaportes y dinero, resurge también el tema del ejercicio del
periodismo en México, las nulas condiciones que el gobierno mexicano tiene para
que se pueda ejercer con libertad y nos quedamos con los blandos
posicionamientos de organismos como la Comisión Nacional de Derechos Humanos
que dicen condenar la agresión a periodistas ¿y luego qué?, todo se queda en
“
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