jueves, 18 de mayo de 2017

TERTULIA POLÍTICA

Cuanto más siniestros son los deseos de un político,
más pomposa, en general, se vuelve la nobleza
de su lenguaje
/ Aldous Huxley (1894-1963)
Novelista, ensayista y poeta inglés

Graco contra periodistas

Pedro Martínez Serrano
Graco Ramírez es la personificación más exacta del dicho aquel que dicta que “candil de la calle y oscuridad de tu casa”. Y es que desde que inició su gobierno; desde que empezó la maldición amarilla para los morelenses, casi nadie se ha salvado de ser víctima de sus acciones, de las decisiones dictatoriales que ha tomado, con el único propósito de beneficiarse y beneficiar a su familia, especialmente a su pareja, la señora Elena Cepeda y a su hijastro Rodrigo Gayosso.
Lo que pasa en Morelos, acusa una delicadeza casi explosiva; representantes de todos los sectores caminamos por una gigantesca zona minada, transitamos por veredas sinuosas, altamente peligrosas y es que desde el inicio de su gobierno, el 1 de octubre de 2012, Graco empezó a simular, a dibujar un estado tranquilo, en paz, respetuoso y seguro. La realidad le ha explotado en la cara vez a vez.
Quienes aquí vivimos y no compartimos la forma de hacer gobierno, como tampoco aceptamos el pestilente tufo a corrupción que embadurna al tabasqueño y a sus principales colaboradores, todos ellos ligados a su hijastro, Rodrigo Gayosso, somos vistos como enemigos. Quienes no están con él, quienes no se arrastran a su paso y se inclinan a satisfacción, están contra él. Son enemigos y así se les trata. Se les difama, se les bloquea y… ¡se les amenaza!... ¡se nos amenaza!
Y no necesita hacerlo personalmente, porque Graco sabe que para eso paga, para que su “gatos” arañen; para que sus “perros ladren” y lo hacen con una ferocidad inaudita. Hay también un segmento que, a mayor desprestigio, más feroz lanza sus ataques, es el de las focas, como él mismo denominó a quienes, desde los medios, que no desde el periodismo, aplaude, le aplaude por todo y por nada.
Hoy, cuando el viento político ya sopla en su contra y sus castillos de arena se pulverizan, Graco endurece su relación con todos, especialmente con los representantes más serios de los medios de comunicación, los periodistas que en realidad generan opinión y gozan de credibilidad.
Si desde que arrancó su fallida administración, el tabasqueño pintó su raya con el periodismo morelense y asumió el compromiso de matar a varias empresas del sector, en los tiempos más recientes, Graco ha golpeado con rudeza a los comunicadores, ha acusado a algunos de complicidad criminal, a otros los han incluido en presuntas investigaciones de la Procuraduría General de la República, que lógicamente no existen y, a través de “sus hombres” de confianza, Gustavo Martínez González, un sujeto que me dicen que es adicto a las drogas, que “lo asesora” y el tijuanense enloquecido, Alberto Capella, comisionado estatal de seguridad pública.
El primero de los mencionados, el tal Martínez González, no pierde oportunidad para amenazar y amedrentar a reconocidos periodistas, por el sólo hecho de que dan cuenta de la desgracia en que vive Morelos, por culpa del desgobierno de Graco.
El segundo, Alberto Capella no ha dudado a vociferar en contra de comunicadores, de profesionales del derecho y de todo aquel al que considera enemigo de su patrón. Lo menos que ha hecho, es acusar que ciertos periodistas sirven al crimen organizado.
Lo que hacen Martínez y Capella, es polarizar, dividir a la sociedad con un solo propósito, ponerla en contra de sus iguales y para conseguirlo, corrompen, amenazan y amedrentan.
El hecho más reciente, como también reiterado, es el de la amenaza de Gustavo en contra de mi amigo, el periodista Jesús Castillo García que, les agrade o no, es un comunicador reconocido más allá de las fronteras del Estado; un premio nacional de periodismo, de esos que se ganan por méritos profesionales.

Lo que hace Graco con ese el doble lenguaje que maneja, por un lado en la Ciudad de México y el resto del país, “demócrata y humanista” y, en Morelos, represor, permisivo y cómplice criminal, es mostrar que desconoce los alcances y el registro histórico que guardan hoy las redes sociales que, sin duda, jugarán un papel importantísimo cuando llegue el momento del fin del tabasqueño… Tic… Tac… Tic… Tac

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