Dos neuróticos y el alcalde futbolista
Se equivocó este fulano cuando pensó
que podía emplear al futbolista para ganar una elección
y luego ser él quien, a la sombra, gobernaría Cuernavaca.
Como político resultó un pésimo empresario
que podía emplear al futbolista para ganar una elección
y luego ser él quien, a la sombra, gobernaría Cuernavaca.
Como político resultó un pésimo empresario
Ricardo
Raphael / El Universal / Opinión
Neurótica es una persona que
cuando resulta atacada por la espalda saca su sable para atravesarse el cuerpo,
desde el estómago hasta la espalda, esperando que del otro lado la punta logre
alcanzar a su adversario.
Roberto y Julio Yáñez
son dos neuróticos de laboratorio. No está probado todavía que el futbolista Cuauhtémoc Blanco haya firmado un
contrato privado para aceptar ser candidato a la alcaldía de Cuernavaca. Pero
según el dicho de ambos señores, ellos le ofrecieron y pagaron siete millones
como contraprestación.
Roberto Yáñez, fundador del Partido Social Demócrata, lo
confesó en horario triple A, el jueves de la semana pasada, durante el nuevo
programa que conduce Denise Maerker.
“Ese contrato es cierto… Cuauhtémoc Blanco nos cobró siete
millones de pesos por participar como candidato a la presidencia municipal de
Cuernavaca,” declaró a la periodista.
Afirmó también que su único y
noble propósito era traer felicidad para la ciudad de la eterna primavera.
“(Queríamos) comprar
esperanza,” abundó al día siguiente en otra entrevista con Alberto Millán, en un noticiero morelense (http://bit.ly/2buqPGS).
¡Conmovedor! “Comprar
esperanza”… “y también amaneceres” —entonaba una canción de Mocedades durante los años del
franquismo español.
En lo que se averigua si el
contrato en disputa contiene la firma autógrafa del futbolista, hay ya
suficiente información como para alimentar un escándalo grande.
La entrevista de Millán merece convertirse, por entero,
en parte de la investigación recién iniciada por el Instituto Nacional
Electoral (INE) y roguemos que también pronto por la Fepade.
Cada frase, cada expresión,
cada desliz, cada intento de defensa, son pruebas del delito electoral cometido.
“Fíjate que nosotros, como
empresarios, como ciudadanos, siempre hemos estado deseosos… de tomar
participación en las decisiones de gobierno” —afirma Yáñez— y por este motivo se jacta de haber contratado a una figura
pública para que compitiera bajo las siglas de su partido.
Acepta con candidez que fue una
negociación —igual a la que hacen los equipos de futbol— pero esta vez
realizada por una fuerza electoral con registro para competir en las urnas.
“Es normal,” insiste.
¿Normal para quién? ¿Para los
partidos o para los equipos deportivos? ¿Desde cuándo se volvieron lo mismo?
“Creímos que su nacionalismo —
que el ídolo que es— iba a dar la cara por los ciudadanos a costa de todo.”
¿A qué ciudadano en concreto
quiere este señor Yáñez verle la
cara? ¿Por qué un jugador de balompié sería más nacionalista que el resto de
los morelenses? ¿Por qué un ídolo nacido en el Estadio Azteca se convertiría de
la noche a la mañana en un gran gobernante? ¿En un paladín de la democracia?
Todavía más intrigante: ¿por qué
alguien que supuestamente pidió siete millones de pesos a cambio de poner su
nombre en la boleta sería un gran mexicano?
Se pasa Yáñez intentando justificar el fraude electoral que con
premeditación, alevosía y ventaja recetó a la ciudad de Cuernavaca.
Y sin embargo asegura este
falso ingenuo que no cometió ninguna falta. Cabe preguntarle: de haber dado a
conocer este contrato antes de los comicios, ¿quién habría votado por
Cuauhtémoc Blanco?
Se equivocó este fulano cuando
pensó que podía emplear al futbolista para ganar una elección y luego ser él
quien, a la sombra, gobernaría Cuernavaca. Como político resultó un pésimo
empresario.
Es porque falló su apuesta, que
ahora anda desnudo y presumiendo la neurosis a mitad de la plaza. Le dolió que
el títere cobrara vida propia y además que, como Pinocho, resultara un
mentiroso.
ZOOM: La
sanción que el INE vaya a imponer sobre el caso de Cuauhtémoc Blanco debe ser
ejemplar. De otra manera podría sugerir un patrón de comportamiento para otros
ingenuos —más ricos— con ganas de contratar un presidente de la República para
que traiga esperanza entre su pueblo, y de paso sirva luego a sus mezquinos
intereses.
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