TERTULIA POLÍTICA
Porque con el juicio con que juzgan,
serán juzgados; y con la medida
con que miden,
serán medidos (Mateo 7:2)
serán juzgados; y con la medida
con que miden,
serán medidos (Mateo 7:2)
¡Baraja nueva!
Pedro Martínez
Serrano
Durante muchos años he disfrutado
una buena jugada de naipes, me da lo mismo que sea con esos de tipo español,
con los que se juegan los conquianes y los albures, que con aquella de cartas
plastificadas, con la que se juega el póker. No soy bueno ni con una, ni con
otra, pero en todos los casos soy necio y creo que en la próxima gano.
Hace muchos años en Tijuana,
seguramente unos 15, cuando empezaba a asomar el sol, para anunciar el nuevo
día, me encantaba gritar: ¡Baraja nueva!, los últimos tres; gane o pierda… ¡me
voy! Acomedido el anfitrión, sacaba las nuevas cartas, pero yo ni jugaba tres,
ni ganaba y ni me iba.
Lo anterior lo recordé hoy,
cuando en el marco de la visita del presidente del comité nacional del PRI, Enrique Ochoa fueron muchos los que
acudieron, pocos los que entraron y menos, los inconformes que quieren que las
cosas se hagan como ellos dicen, porque así se van a ganar y a recuperar la
fortaleza perdida de ese partido. Aquellos que cuando están en cargos de
partido o conseguidos por él, olvidan que las posiciones son pasajeras, casi
efímeras.
Los soberbios de ayer, los que azotaban
la puerta en la nariz de sus mayores y, desde luego, permitían la entrada sólo
a los suyos, gritonearon hoy a las puertas del feudo don Héctor Morales Béjar. Querían entrar para dar quejas, ofrecer
fórmulas ganadoras y denostar a los de al lado.
No consiguieron ni lo uno, ni lo
otro, por una sencilla razón, se niegan a entender que su momento terminó hace
muchísimos años, cuando el PRI se desmoronaba y buscaron sombra en otras ramas.
Hoy quienes entraron a saludar a Enrique
Ochoa, fueron los que vienen con el milenio y algunos más que,
disciplinados, en las buenas siempre y en las malas, algunas veces, siguen casi
firmes, casi leales a su partido.
Contra lo que muchos esperaban, el
dirigente del tricolor fue suavecito,
casi delicado en el manejo de las
cosas. Vino a convocar a la unidad y sí, habló de la renovación del comité
estatal, lo malo es que ha encargado a su delegado en la entidad, Fernando Charleston Hernández, cómplice
en el desvío multimillonario en que incurrió el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, se parte de los
trabajos de renovación de la estructura tricolor local.
Por cierto, lo que hay que
reconocer es que Rodolfo Becerril,
el todavía presidente del tricolor, es
un viejo habilidoso, oportunista y camaleónico, al que se colocó en la
dirigencia local de manera temporal y, mire usted, ya lleva tres presidentes
del nacional, César Camacho, Manlio Fabio Beltrones y, ahora, Enrique Ochoa.
Hay que destacar la presencia en
ese evento del diputado, Francisco Moreno
Merino (parte del grupo que llevó
a Enrique Ochoa a la posición que
hoy ocupa), así como de los ex
presidentes del tricolor, Laura Ocampo
Gutiérrez y Luis Manuel González
Velázquez y del desprestigiado y ninguneado Amado Orihuela Trejo.
El que llevó porra, fue la pave, como llaman en su región, por
allá por Tetecala, al diputado local Alberto
Martínez, uno de los aspirantes a dirigir el comité estatal; el otro, no sé
si todavía lo sea, es el diputado federal Matías
Nazario que, desde luego, también por ahí anduvo.
La impresión que tengo de esta
visita de Enrique Ochoa a Morelos,
es que con todo y la ¡baraja nueva!, nada va a cambiar, el PRI no va a ganar y
tampoco nadie se va a ir.
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