El viaje es una trampa
Publicado el 26 de enero del 2017
Ricardo Raphael *
Donald
Trump volaba en su avión privado acompañado de su hijo Eric con rumbo a
Mar-a-Lago, el casino que tiene en Palm Beach. Al periodista Mark Singer le
sorprendió la cantidad de oro macizo que había dentro de la aeronave. Los
lavamanos, los broches de los cinturones, las bisagras y los tornillos, todo
brillaba como si fuera metal falso pero no lo era.
Apenas despegó la aeronave, el magnate pidió a
su hijo que pusiera una de sus películas favoritas en la pantalla: Bloodsport,
un filme estelarizado por Jean Claude Van Damme. Cuenta Singer, en su libro El
Show de Trump, que el empresario no se interesó en la trama del largometraje.
Sólo quería ver la golpiza que Van Damme daba a sus adversarios. Narices rotas,
espinillas magulladas, sangre y tripas.
El nuevo presidente de Estados Unidos es un
hombre arrojado a la adrenalina. Un apostador, un madreador, un gandalla que ha
sabido triunfar. “Le habría gustado ser Madonna” —dijo a Singer un asesor
próximo a Trump. Y en lugar de ello se convirtió, primero, en un pugilista
vendedor de humo y ahora en el hombre más poderoso del mundo.
Ayer Luis Videgaray, secretario de Relaciones
Exteriores, e Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, recibieron una
probada del deporte con sangre que tanto disfruta el actual habitante de la
Casa Blanca.
Con firmeza urgió Trump al gobierno mexicano
para que enviara representantes a Washington con el propósito de comenzar
negociaciones. El presidente Enrique Peña Nieto aceptó y mandó al hombre de su
mayor confianza. También prometió visitar personalmente la capital
estadounidense para fines de mes.
Otra vez ganó la ingenuidad y perdió México:
no habían todavía desempacado los mexicanos cuando la Casa Blanca anunció con
bombo y platillo que hoy comienza a construirse el muro prometido por Trump. Es
un golpe bajo que solo Van Damme hubiera propinado: recibir a los invitados con
una pila de ladrillos arrojados contra su cabeza.
El magnate tiene prisa. Adelanta la película
porque le aburre la trama. No son las negociaciones lo que le interesa, sino
los golpes. También firmó ayer varias órdenes ejecutivas en materia migratoria
que terminarán afectando a los mexicanos.
El mensaje antes de sentarse a la mesa es el
mismo que habría enviado un ludópata de Atlantic City: no hay nada que
negociar, la suerte está echada y ganará el dueño del casino.
Hoy Videgaray y Guajardo probarán la amargura
de los golpes y si el presidente Peña Nieto se empecina, será la próxima víctima
de Van Damme. La invitación para visitar Washington es una trampa. Nada
distinto a lo que vimos en agosto del año pasado. Vino Trump a México para
plantar cara y pocas horas después despotricó contra nosotros y nuestro país en
un evento masivo en Arizona.
Este señor es un individuo predecible. Repite
la dosis cuantas veces la víctima quiera soportarlo.
México no tiene muchas armas para jugar en
esta situación tan ruda y sin embargo la derrota final es evitable. Para salir
bien librados necesitaríamos obligar a la nueva administración estadounidense a
ver la película completa.
Si el gobierno mexicano acepta el reloj que
nos están queriendo imponer vamos a perderlas todas. En menos de cien días el
Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) estará muerto, el muro
seguirá su curso hacia el Atlántico y la guerra contra los migrantes mexicanos
no tendrá cuartel.
Trump se habrá saltado la trama para exponer
ante una audiencia enfebrecida a un México madreado.
La alternativa es disputar con su administración
el ritmo de las negociaciones. Frenar el proceso lo más posible. Tortuguismo en
los encuentros y las conversaciones. Morosidad. Lentitud. Saquemos del desván
al mexicano que duerme bajo el sombrero. A ese que siempre llegaba tarde.
Pongamos en juego cuanta desidia nos quede.
Todo para llegar a los trescientos días del
gobierno de Trump porque para ese momento la historia será completamente otra.
Al mitad de la película Bloodsport,
estelarizada por el magnate neoyorquino, el pleito dejará de ser con México
porque a este fanático de la pelea le habrán nacido contrincantes bravos en
China, Europa y el resto del globo.
Entonces sí que va a necesitar de México.
Igual que a sus predecesores, cuyo aprecio por México no nació del amor, sino
de la conveniencia geopolítica. Entonces será mejor negociar con la Casa
Blanca. No ahora. Conversar cuando Trump nos requiera como aliados, porque eso
justo es lo que va a suceder: nos necesitará cuando la guerra cruce Atlántico y
Pacífico al mismo tiempo.
ZOOM: Es una trampa. Presidente, por favor no
vaya. Me temo que no ha visto bien al personaje. Le recomiendo leer El Show de
Trump de Mark Singer, antes de dar un paso más.
www.ricardoraphael.com
@ricardomraphael
*
Periodista, académico y escritor. Profesor afiliado a la División de
Administración Pública del CIDE.
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