domingo, 13 de enero de 2019


El donapri…
¿Tú eres Pedro Martínez?

A Laura, Ariana, Luciana y Luis

─ ¿Tú eres Pedro Martínez? 
Preguntó Luis Arturo Valdez Otañez. El entonces Delegado del Instituto Nacional Indigenista (INI) en Baja California, se dirigió a mí con un tono fuerte y claro. Como que quiso tirar a majadero, sin que llegara a serlo.
Eran los primeros días de agosto de 1999. En el entonces poderosísimo periódico El Mexicano, se me había asignado la cobertura de las delegaciones federales ─siempre que no interfiriera en las que “atendía” José Luis Cortés, un pintoresco policía de tránsito, metido a “periodista”─, cubría también religiones y organismos no gubernamentales, entre ellos el polémico Centro Binacional de Derechos Humanos, propiedad del antropólogo, según decía él mismo, Víctor Clark Alfaro.
Y fue precisamente Clark Alfaro, unos días antes, quien declaró, palabras más, palabras menos, que Luis Arturo Valdez había desviado recursos federales, que el INI debía asignar a proyectos productivos de organismos no gubernamentales. No mostró ninguna documental, pero no era necesaria. En la redacción te exigían una cuota de notas que había que cumplir. Publiqué la versión en El Mexicano.
Estaba yo en la antesala de la dependencia federal, esperando su llegada. Sería el mediodía, cuando se escuchó el portazo del Pick Up que conducía personalmente el funcionario.
─ Ya llegó, me adelantó su secretaria, la misma que unos 15 minutos antes le reportó al “Donas”, como se conocía a Luis Arturo: “Está aquí el periodista Pedro Martínez, viene de El Mexicano… Me dice que tiene cita con usted”.
Tan pronto apareció frente a su secretaria y a la derecha del sillón de espera en su recepción, tiró la pregunta: ¿Tú eres Pedro Martínez? Y sin esperar respuesta, ordenó a su secretaria:
─ Que pase… Y tráeme también los documentos que te pedí ordenar, las comprobaciones de los programas sociales…
De entrada a su oficina, volvió a dirigirse a mí y con ese tonillo mandón, muy propio de los norteños, me pidió: ¡Siéntate! Le respondí con una mirada que acusaba enojo.
Y suavizó:
“Así hablamos por acá, atajó y preguntó, como para abrir plática: ¿Tu eres chilango?
─ No, no soy chilango, soy de Cuernavaca, de la mera tierra “Del Jefe”, le respondí, señalando la imagen de Emiliano Zapata, a sus espaldas.
En eso estábamos, cuando se aproximó su secretaria y, acomedida, entregó un montón de folders. “Aquí están los expedientes…”
Sin buscar, porque el que necesitaba venía hasta arriba, agarró el folder que contenía los documentos presentados por el Director del Centro Binacional de Derechos Humanos y me dijo clarito, contundente y fuerte:
“Víctor Clark me quiso extorsionar; ahí está el expediente de ese bato… Como me negué a entregarle los recursos que quería, me ha estado golpeando. Acá (los reporteros) ya no lo toman en cuenta… Te sorprendió”, me dijo, como acusando desconocimiento de mi parte de lo que sucedía en la ciudad.
─ No me sorprendió; él hizo una declaración, yo la tomé y la publiqué. Es todo…
Sin permitirme terminar, atrabancado y arrebatado como luego entendí que era su personalidad, abrió el “expediente” y lo puso frente a mí: “Eso es lo que presentó, una hoja en la que intenta explicar las funciones de su agrupación, pero que en realidad no justifica nada”.
Y luego de colocar a un lado la hoja de Clark, me ofreció seleccionar, cualquiera de los folders que contenían cada uno de los 20 proyectos productivos que habían sido favorecidos. No tomé ninguno. Entonces, él mismo tomó uno de los de en medio y me explicó uno a uno los requisitos que se debieron cubrir.
“El Donas” Valdez Otañez me comentó los muchos proyectos que se realizaban, particularmente en las regiones indígenas de San Quintín, al sur de Ensenada, a donde acudí muchas veces con él.
Así, más menos, fue mi primer encuentro con Luis Arturo Valdez Otañez, con quien trabé una sólida amistad que tardó años, hasta el maldito 13 de enero, un domingo como hoy de 2008, cuando se negó a dejar el restaurante que instaló en la Colonia Cacho, El Rincón del Donas, porque “llegó una buena mesa”, como le respondió a Laura, a mi querida Laura Sánchez, su propuesta de ya irse a su casa.
“Fue la última vez que lo ví”, recordó Laura unos meses después, en una velada que transcurrió hasta el amanecer, en mi departamento de la Colonia Juárez de Tijuana, en donde muchos años fui vecino de Luis Arturo Valdez Otañez, a quien mantengo vivo en los muchos, muchísimos recuerdos que guardo de él, lo mismo viajes que realizamos, que invitaciones de viajes que le rechacé, primero en el 2000, para recibir el año en Nueva York, junto con Laura y Lusito, su hijo menor y con Dolores mí esposa; luego o antes, no recuerdo, a Europa.
Luis Arturo fue un priísta de verdad, tanto que cuando me dio su dirección electrónica, no pude evitar reírme: eldonapri.

No hay comentarios:

Publicar un comentario