Llegaste tarde, AMLO
Desafortunadamente para AMLO, dentro
del concurso de improvisados que componen
su equipo, Rocío Nahle, Octavio Romero
y Alberto Velázquez se llevan las palmas;
son incompetentes de clase mundial
del concurso de improvisados que componen
su equipo, Rocío Nahle, Octavio Romero
y Alberto Velázquez se llevan las palmas;
son incompetentes de clase mundial
Jorge Suárez-Vélez / Reforma / Opinión
El proyecto de López Obrador es ideológico, no económico.
Pero es su extrema ineptitud en el manejo de la economía lo que hará que su
proyecto naufrague.
A quienes nos oponemos a éste nos
toca, además de poner el reflector sobre los graves errores cotidianos, impedir
que el daño estructural sea tal que provoque una situación de retroceso
irreversible, aun cuando alguien apto tome después la rienda de este Gobierno.
AMLO llega tarde. Si hubiera
ganado hace 12 años, con Cantarell a toda capacidad y con Hugo Chávez en
ascenso, hubiera tenido los recursos y el apoyo para implantar el modelo que
sueña. La realidad hoy es muy distinta y hace imprescindible tanto un manejo
apto de las finanzas públicas, como la colaboración con el sector privado cuya
inversión es vital.
Este Gobierno no entiende que
para sobrevivir necesita generar condiciones de certidumbre para las empresas
privadas, y que debería aplicar los escasos recursos que tiene a la mano para
invertir en infraestructura real y gasto social eficiente, no clientelar.
En vez de eso, tirarán una
millonada en su Tren Maya, con la refinería de Dos Bocas, cancelando la obra de
un aeropuerto indispensable y repartiendo dinero sin ton ni son.
Tampoco entiende que en el sector
energético está condenado a un fracaso rotundo si no asume como propia la
reforma energética que heredó. No lo hará. Pemex no tiene ni recursos ni
tecnología para recuperar niveles de producción, antes de que su pesado
endeudamiento reviente a la empresa.
Desafortunadamente para AMLO,
dentro del concurso de improvisados que componen su equipo, Rocío Nahle,
Octavio Romero y Alberto Velázquez se llevan las palmas; son incompetentes de
clase mundial. Los inversionistas ya se dieron cuenta, y las empresas
calificadoras de riesgo están despertando. En cuestión de meses, Pemex perderá
su Grado de Inversión y empezará la pesadilla. Recordemos que no llevan ni dos
meses en el timón.
Urge que los empresarios
reaccionen. Muchos encontrarán acomodo en esta nueva realidad nacionalista que
sesgará regulaciones a favor de empresas locales, ahuyentando inversión
extranjera.
Ésta es más necesaria que nunca
por la transferencia tecnológica indispensable, cuando el mundo está inmerso en
esta "Cuarta Revolución Industrial", y para crecer (ya no al 4 por
ciento prometido, sino al menos al nivel del sexenio pasado).
Los grandes perdedores serán los
consumidores mexicanos que se acostumbraron rápidamente a las ventajas que
provienen de fomentar competencia y abrir mercados.
Urge exigir apoyo a entidades
públicas autónomas (INE, Cofece, CRE, INAI, Inegi, IFT, TFJA, CNH) que tanto
trabajo costó empoderar, y cuyo presupuesto está siendo recortado con el
objetivo expreso de quitárselas de encima. Éstas fueron creadas para proteger
derechos esenciales y para fomentar esa transparencia que están obstinados en
terminar.
Los empresarios deben resistirse
al Caballo de Troya que están por recibir, donde el Instituto de Formación
Política de Morena les impondrá a miles de jóvenes, disfrazados de inocentes
aprendices, para que incidan ideológicamente en sus plantas laborales. El
objetivo es desarrollar mecanismos para presionar y extorsionar a quienes no
colaboren con el "proyecto".
La implementación del capítulo
laboral del nuevo T-MEC también dolerá. Fue ideado por las centrales obreras
estadounidenses para fomentar relaciones obrero patronales menos amigables en
México, y complicar el traslado de plantas industriales a nuestro País.
Seguimos deslumbrados por el
arrollador triunfo de López Obrador. Muchos se dieron por vencidos antes de
tiempo. La popularidad del tabasqueño irá haciendo agua porque decidió ser el
único pararrayos de una administración incompetente. Errores como el de
Tlahuelilpan, que ya costó 118 vidas, serán cotidianos.
México tiene un problema de
pobreza y desigualdad, y nos urge construir Estado de derecho. Pero no podemos
ser testigos pasivos de la destrucción de lo mucho que sí se ha logrado.
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