jueves, 24 de enero de 2019


TERTULIA POLÍTICA

¡A mí no me cuiden!

Pedro Martínez Serrano
Eran los primeros días marzo de 2014. Recorría entonces a diario, cuatro kilómetros de la Carretera Federal México Cuernavaca, para llegar a Buena Vista, cruzar la Avenida Heroico Colegio Militar y entroncar con la autopista, de norte a sur. Bajaba los casi 12 kilómetros, para agarrar un tramo del paseo Cuauhnáuac y entroncar con la calle 10 de Abril, allá por atrás de Satélite y, religiosamente, asistir a mi junta de AA. Iba entonces por mi vitamina que tiene un periódo muy corto: sólo por hoy.
        La vitamina de la AA la comencé a consumir a principios del sexenio de Graco Ramírez. Tenía que hacerlo así, porque de otro modo habría estado expuesto a alguna mala pasada del tabasqueño o de cualquiera de sus queda bien, especialmente Alberto Capella Ibarra, un presunto delincuente, de origen tijuanense, con antecedentes criminales en Estados Unidos, a quien conocí en los años que residí en la ciudad fronteriza más próspera del norte mexicano.
        La llegada de Capella a Morelos, me generó alguna preocupación personal, conocí de su proclividad a la revancha y la persecución de periodistas. Con él, las cosas son o blancas o negras; no hay medios tonos. O eres su amigo o su enemigo. Es un hombre que aplica a cabalidad la política de la bicicleta: patea a los de abajo y se agacha con los de arriba. Es un sujeto desflemado, proclive a lloriquear en el hombro de sus “cercanos”, Francisco Javier Viruete, el más.
        En ese tiempo, como lo hice siempre, había endurecido los cuestionamientos al gobierno de Graco Ramírez, por la altísima criminalidad que golpeaba al Estado. Capella me envió muchos y muy variados mensajes, desde aquellos que me enteraban que tenía mi “expediente completo” y en él, mis antecedentes como secuestrador, roba carros, asesino, violador, estafador, golpeador de mujeres y más y más delitos, que creo que no están tipificados como tales, hasta el cuchicheo de acomedidos que me advertían: “dice que mejor le bajes, porque ya lo conoces de qué es capaz”.
        Y así, las cosas fueron tomando algún sesgo, que agudizó mi preocupación, cuando patrullas de la “policía Morelos”, “Mando Único” o no sé qué otro mejunje, le fue impuesto como nombre a la policía, me empezaron a “acompañar” primero cada 8 o 10 días y, al final, casi a diario.
        En el momento en que cruzaba por el mercado de Buena Vista, cuatro kilómetros antes de mi casa, sobre la Carretera Federal México Cuernavaca, la patrulla me seguía hasta el portón de mi domicilio y, se esperaba a que abriera y entrara, para luego retirarse.
        Siempre que “llegábamos” a mi casa, se daban la vuelta en U y se estacionaban, para observar intimidantes mis movimientos.
        Ya molesto, decidí cruzar e interrogar a los patrulleros:
        ─¿Qué pasó mi jefe? ¿Se les ofrece algo?
        En esas estaba cuando uno de los tres o cuatro que a diario subían, respondió desde el lado del acompañante del conductor:
         ─Loooo ve-ni-mos cuidando.
        Arrastraba la voz, con tono chilango.
        El que venía al frente del volante, buscó el tono más amenazante, fanfarrón y con ese estilo norteño que identifica a los bajacalifornianos, porque lo era, terció:
        ─Debería usted de agradecer, porque tenemos la instrucción de cuidarlo, “para que llegue bien a su casa”. Nosotros lo escoltamos para cuidarlo, remató.
        Ya encabronado de la intimidación policiaca a mi persona, les pedí:
        ─¡A mí no me cuiden! Cuiden a su familia; cuiden a quien lo necesite, porque en lugar de generar confianza, la cercanía de ustedes preocupa.
        Frente a aquella campañita intimidatoria de baja intensidad y antes de que las cosas pasaran a mayor, o que “los cuidados” se cumplieran a gusto del jefe de policía del Estado, decidí cambiar mi domicilio.
        Hoy, los niveles de inseguridad no han bajado, por el contrario, creo que estamos en el momento en que registran picos, esas alzas y bajas propias de cada cambio de una administración a otra.
        Sin embargo, hoy participé en una reunión que sobre la seguridad que reclama Morelos, encabezó el gobernador Cuauhtémoc Blanco, junto con sus colaboradores más cercanos. Fue un evento desorganizado, en un principio, pero que al final, creo que reportará resultados favorables.
        En el evento, habló quien quiso, cuanto quiso y se propusieron acciones encaminadas a frenar la estadística criminal.
        Acudieron representantes de los 33 municipios, lo mismo alcaldes que del sector privado, organizaciones vecinales; agrupaciones emergentes y especialistas en el tema, como mi amigo Enrique Paredes; o el señor Christian Montero, el principal crítico que en materia de seguridad tiene el gobierno de Cuauhtémoc Blanco.
        Y fue el mismo titular del Ejecutivo Estatal, quien antes de retirarse, porque asistió a un encuentro de Gobernadores, dejó el compromiso de que esa reunión será mensual, con el propósito de evaluar resultados.
        Antes de salir del lugar, saludé a varios amigos, todos conocidos y reconocidos por su intensa actividad a favor de lo mejor en Cuernavaca y en Morelos.
        ─¿Cómo te va?, me preguntó uno de los asistentes, creo que sigue siendo presidente de un organismo empresarial; “Compraste las pantallas que me comentaste que necesitabas”.
        ─Sí, fíjate que mi hija las consiguió bien baratas, no más que las compró por internet; creo que una en Wallmart y la otra, en Sam´s… Salieron bien baratas, creo que como 13 o 14 mil pesos…
        No me dejó terminar la explicación de la forma y el precio, cuando me recordó su recomendación y a sus recomendados, para que me vendieran equipos de televisión y de audio:
        ─(…) Pero nunca más barato que como te las ofrecieron “mis proveedores”, dijo conchudo, bañado en cinismo de pies a cabeza y retamó en un tono profundamente burlón:
        ─Jamás “Roberto” va a ser caro, y soltó una sonorísima carcajada. El representante del sector privado, tiene una cadena de establecimientos, si no es millonario, si vive holgado, con comodidad, pero él cree que sólo los pendejos compramos legal, pagamos los impuestos que tocan y el predial a tiempo. Él, él compra robado, busca descuento en cada predial y, evade escandalosamente al fisco, por eso cambia razón social cada año.
        En la reunión de seguridad, habló de la importancia de que el gobierno y la Comisión Estatal de Seguridad nos cuide, que nos proteja y que se reduzcan los índices criminales.
        Él compra robado, explota a sus trabajadores y da litros de 800 mililitros… Así, ¿!cómo¡?

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