TERTULIA POLÍTICA
Mara / Transporte / Corrupción
Pedro Martínez Serrano
Lo que sucedió a Mara Fernanda Castilla Miranda, estudiante veracruzana en Puebla,
sacudió al país, exhibió la fragilidad y corrupción del sistema de justicia y
administración gubernamental en aquella entidad, como en el resto del país,
pero mostró también que nadie y nunca estamos seguros, todos estamos expuestos
a la violencia, a manos de un enfermo mental.
El asesinato de
la joven estudiante, presuntamente a manos del chofer de un automóvil de
servicio privado de transporte, operado por una aplicación móvil denominada Cabify, similar a Uber, movilizó a los mexicanos, las agrupaciones feministas
saltaron a la calle para condenar el hecho, para exigir responsabilidad y
políticas públicas que garanticen la seguridad de las mujeres.
Las redes
sociales se inundaron de frasesitas cursilonas y ridículas, como de textos
hipócritas, en el que todas las que los subieron, ofrecen la mano y la casa a la
amiga, a la conocida; pierde la pena y no pierdas la vida, rematan en la oferta
a quien se le ofrezca pasar la noche en casa ajena, en lugar de abordar un
servicio de transporte.
El
gobierno de Puebla reaccionó, sancionando a la operadora de transporte que
enlaza a particulares, como si sacar de circulación a los vehículos de Cabify, fuera a resolver el gravísimo problema
de inseguridad que enfrentan las mujeres.
En
la Ciudad de México, en donde todavía gobierna Miguel Ángel Mancera, hablaron de regularizar los vehículos operados
por aplicaciones tecnológicas de última generación, lo que creo que más que una
preocupación oficial por garantizar la seguridad de usuarios, es una acción de
voracidad y nuevo espacio para la corrupción.
En
Morelos, el secretario de movilidad y transporte, David Martínez, anunció que irán en contra del servicio de Uber y, aquí, ocurre lo mismo que en
todo el país, lo que se quiere aplicar es una política recaudatoria, agarrar
dinero producto de la extorsión y la componenda. La seguridad ciudadana es lo
que menos importa.
El
secretario de transporte, como el resto de los integrantes de la cúpula del
gobierno de Graco Ramírez, lo que
quieren es dinero, la población y su seguridad, es lo que menos les interesa.
En transportes, lo que aplican es una corrupta política recaudatoria, ahí está
el tema de los permisos que expiden a automóviles de lujo y que deja millones
de pesos a quienes lo operan. Si les interesara la seguridad, por qué no se frena
la expedición de permisos falsos de transporte presuntamente emitidos en el
Estado de Guerrero.
Los
taxistas tradicionales, esos que se ocupan con fines electorales y que se prestan
para todo, lo mismo para acarrear prosélitos, que como golpeadores en grupos de
choque del gobierno en turno, en el asesinato de Mara Fernanda, vieron la oportunidad de exigir al gobierno la
salida de Uber o su regularización.
Inspectores de transporte empezaron a corretear a los operadores de ese
servicio que, en mi opinión, es lo mejor de los peor que se padece en Morelos
en cuanto a servicios.
Sólo
hay que destacar que en Puebla, en ese caso, fue precisamente gracias a que la
aplicación Cabify, lleva un registro
minucioso de sus operadores, que se dio con el presunto violador, ladrón y
homicida.
Los
taxis, sobra decir que sirven de halcones
del crimen organizado, lo mismo a
bandas de narcotraficantes, que de secuestradores y asaltantes, de las que en
muchísimos casos, ellos mismos son parte.
Hay cientos de
taxistas, en el caso de Morelos, miles y miles en todo el país, que son
integrantes de bandas criminales y, cuando los llegan a detener, con 500 pesos
y un abogado trácala, salen de inmediato, porque siempre tienen el recurso de
que se les despojó del vehículo, de que se les asalto o, el más socorrido, se
les obligó a participar.
Con gobiernos
abusivos y ladrones, con taxistas criminales que consiguen cartas de no
antecedentes penales en fiscalías corroídas por la corrupción, el recurso que
nos queda, es cuidar a nuestra familia, es cuidarnos entre nosotros, porque
nadie, absolutamente nadie, vendrá a cuidarnos, como en nadie también,
absolutamente en nadie debemos confiar.
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